CUENTO ¨El paraíso¨.

    Mi nombre es Jano, Jano Botánico. Soy un hombre, un hombre fuerte y bueno. Vivo en el paraíso, mi paraíso y el del enano. Los del presente son hombres fuertes pero malos, viven en un infierno porque se lo merecen, son dañinos y su mundo es tan oscuro como ustedes. Están llenos de cosas malas, porque a ustedes no los rodean lindas flores y bellos lagos. Tampoco cuentan con un fiel amigo enano como yo. Solo algunos de ustedes, tienen un perro guardián que se entona con su mundo lleno de crueldad.

    Me reporto aquí porque quería contarles mis queridos enemigos, que muchas veces me aventuré en su mundo horrendo a través de una maquina del tiempo. Y logré descubrir muchas cosas que jamás imaginé que existieran. Deseo escribir cada una de ellas en este cuaderno, que en un futuro quizás lean. 

    En mi primer aventura hacia el presente, visité la casa de un anciano. Repleta de cuadros raros y objetos antiguos, quizás porque la época lo era. Llamó mi completa atención un objeto redondo, muy viejo y en movimiento que me detuve a mirar con gran curiosidad. No entendía de que se trataba porque nunca había visto uno. 

    El anciano estaba allí, me tocó el hombro y me provocó un gran susto. Me dijo que sabía quien era,  como también sabía que iba a visitarlo esa tarde. Me expresó que yo era un hombre muy inteligente y que me encontraba frente al objetivo de mi viaje, el reloj. 
    
    Este viejo comenzó a explicarme como funcionaba y yo lo dejé. Una vez que terminó, me retiré de su casa muy decepcionado porque yo no sabía que el tiempo corría y mucho menos, que los hombres como yo, no éramos inmortales.

    No quería realizar una segunda aventura a ese mundo que era totalmente ajeno al mío, pero mi amigo el enano me obligó. No se que pretendía de mi.

    Una vez más con mis pies en la oscuridad, di cuenta que mi panza crujía de hambre. Por suerte vi a lo lejos un bar, muy antiguo y casi sin colores, poco llamaba mi atención pero igualmente decidí ir. 

    Una vez dentro había algo que me resultaba familiar. Noté en todas sus mesas y en la barra en la que me senté inclusive, que estaban tallados jeroglíficos. En el paraíso tenemos muchos, en casi todos nuestros árboles. Por suerte algo en común teníamos los del presente y los del futuro.
 
    Me atendió un hombre llamado Jony, muy delgado y morocho, me dijo que sabía de mi visita y que si se me ofrecía tomar alguna copa. A mí ya me parecía muy raro que el también supiera de mi visita, por lo tanto me decidí preguntar.
 
    Uno de los clientes del lugar atentó contra mí ni bien terminé de formular la pregunta. No entendía por qué tenía un objeto filoso, con el que yo corto las frutas en el paraíso, en mi pierna ya que podría lastimarme sin razón alguna. Ese hombre me dijo que en ese bar solo se bebe, no se habla y mucho menos se pregunta. Si yo estaba dispuesto a contradecirlo acabaría conmigo tal como lo hizo con muchos hombres "raros" que pasaban por ahí simulando ser fuertes y vivos, como yo.

    Decidí salirme antes de sucediera una masacre. Por una puerta trasera me alcanza Jony, me pide disculpas y me dice que este viaje tenía un objetivo, descubrir que el mundo real está lleno de injusticias.

     Ante el mal momento y sin entender mucho, me transporté nuevamente al paraíso.

    En mi última aventura me aparecí en la casa de una mujer, y observé que todo estaba en orden menos un espejo. Todo roto, muy roto. Como si le hubiera arrojado algo. 

    Detrás de mí puedo ver la presencia de aquella hermosa mujer sin asustarme, debido que el enano me había anticipado que la encontraría allí. Ella también sabía de mi visita, como todos.

    Mi primer pregunta fue directa: ¿Cómo sucedió tal cosa con este objeto?, a lo que la mujer me contestó "cosas de la vida". Yo que quería terminar de entender esa "vida", ese presente que lo único que hacía era decepcionarme, le pedí que fuera mas concisa con su respuesta.

    La mujer me contó que luego de una ruptura amorosa ya no pudo mirarse al espejo, creyó desde aquél momento que no era una mujer deseada y que jamás encontraría otro hombre que la quisiera, porque en ese mundo todos eran unos malditos infelices. 

    Después de escucharla confirmé con certeza lo que expresé al principio sobre este mundo; y sin poder decirle una palabra porque nada sabía yo del amor, volví al paraíso y le supliqué a mi amigo el enano que no me enviara nunca más.

    En este cuaderno, donde les estoy relatando mis viajes al presente, voy a confesarles algo. También descubrí que me enamoré de aquella mujer, pero nada sabía yo del amor.










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